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Cayetano González

La voz de los verdugos

El problema es saber cuántos Zabartes andan sueltos por los pueblos y rincones del País Vasco y de Navarra.

El problema es saber cuántos Zabartes andan sueltos por los pueblos y rincones del País Vasco y de Navarra.

La sola lectura de la tan sorprendente –por la relevancia y el espacio dedicado, cuatro páginas más la portada– como vomitiva entrevista que este lunes ha publicado El Mundo con el terrorista de ETA Josu Zabarte sería suficiente para concluir que ETA y lo que la banda terrorista representa no están tan derrotados como mantiene, entre otros, el máximo responsable de la lucha antiterrorista: el torpe y aturullado ministro de Interior, Jorge Fernández Díaz.

Cuando se cumplen tres años del anuncio hecho por ETA del "cese definitivo" de su actividad terrorista –tiempo durante el cual se nos ha querido vender desde las instancias políticas y mediáticas ligadas al Gobierno del PP y al PSOE que la banda terrorista había sido derrotada por la sociedad y por el Estado de Derecho–, va este descerebrado, apodado –que ya son ganas– el Carnicero de Mondragón, autor de 20 atentados que provocaron la muerte de 17 personas, y dice:

Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. Cuando ejecutas es cuando, lejos de obtener lucro personal, encima pagas con cárcel. No me arrepiento.

Este individuo, que tiene perfectamente reflejada en el rostro la maldad acumulada durante tantos años, vomita más cosas en la citada entrevista. Por ejemplo, reconoce que no sabe el nombre de sus víctimas, y ante la pregunta de la periodista de si tampoco el de José María Piris –el niño de 12 años al que asesinó–, dice que no: "Nunca le he dado a la persona. Son otras las cosas que no me dejan dormir".

Sobre la utilidad de los atentados, es claro en la respuesta: "¿Para qué ha servido? Para lo que ves hoy. Vete a Álava, a Navarra. Hay más pueblo, más consciente, más politizado". Y lo triste es que en esta última respuesta tiene razón: la marca política de ETA fue la primera fuerza en Álava en las últimas elecciones europeas, y en Navarra ya están en segunda posición, por delante del desnortado Partido Socialista de la Comunidad Foral.

El problema no es que este terrorista sea un enfermo mental, que lo es. El problema es saber cuántos Zabartes andan sueltos por los pueblos y rincones del País Vasco y de Navarra. Cuántos de los que integran y votan las marcas políticas de ETA que ahora –gracias a Zapatero, a Rubalcaba, a Pascual Sala y a la inacción de Rajoy– han vuelto a las instituciones piensan en el fondo lo mismo que este individuo. Cuántos siguen justificando los crímenes de ETA; cuántos no se plantean ni remotamente reconocer el daño causado a las víctimas; cuántos dan por bueno lo que ha sucedido si al final consiguen el poder y desde él avanzan en la construcción de la Euskadi independiente y socialista, con o, mejor, sin la ayuda del PNV.

Y para hacer frente a los numerosos Zabartes que siguen existiendo lo único que se le ocurre hacer al ministro de Interior, el mismo día en que se publica la entrevista, es repetir como un papagayo: "ETA ha sido derrotada por el Estado de Derecho y por la sociedad". Eso sí, Bolinaga, el torturador-secuestrador de Ortega Lara puesto en libertad por Fernández Díaz y Rajoy, sigue en Mondragón, seguramente tomando vinos con Zabarte.

La afrenta que supone para las víctimas del terrorismo que se dé voz a asesinos como el Carnicero de Mondragón –¿tuvieron alguna duda al respecto los responsables de El Mundo al tomar la decisión de dar cuatro páginas y casi toda la portada a este terrorista?– es muy grande.

Al sufrimiento que conlleva convertirse un día, sin uno quererlo ni buscarlo, en víctima del terrorismo se ha añadido en los últimos años otro tipo de dolor: ver cómo un Gobierno de España, el de Zapatero, negociaba políticamente con ETA, de tú a tú, durante bastantes reuniones en Oslo. Ver cómo un partido, el PP, que cuando estuvo en el Gobierno entre 1996 y 2004 luchó eficazmente y dentro de la ley contra ETA, que siempre había estado al lado de las víctimas, asumir y continuar el proceso al regresar al poder en 2011. Ver cómo ese mismo Gobierno del PP pone en libertad a Bolinaga y aplica con toda celeridad la anulación de la Doctrina Parot decretada por el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, por la que fueron liberados numerosos etarras, entre ellos el propio Carnicero de Mondragón.

Hace muy pocos días comprobé cómo cien jóvenes del Centro Universitario de Villanueva de Madrid se emocionaban y quedaban muy impactados al ver el documental Trece entre mil, del cineasta vasco Iñaki Arteta, que recoge las historiasde trece víctimas del terrorismo, contadas por sus familiares más cercanos. Jóvenes que tras visionar el citado documental expresaron su compromiso de no olvidar nunca a las víctimas, de preservar su Memoria, su Dignidad y unirse a su exigencia de Justicia.

Uno de los asistentes, una chica de 21 años, escribía textualmente lo siguiente tras ver el documental de Iñaki Arteta:

Quiero dar un mensaje a las víctimas del terrorismo, aunque nunca les vaya a llegar físicamente: gracias por vuestra valentía, por la fuerza que transmitís, por los valores que aportáis a la sociedad. Siento de corazón por todo lo que habéis pasado, sufro sólo con verlo, pero sé que seréis recompensadas. Vuestro dolor, algún día se transformará y cada día podréis convivir mejor con este desdichado destino. A mí me habéis enseñado mucho solamente con una película. Gracias por ser españoles y sentiros así. Gracias por compartir vuestras vivencias. Siempre que hable del tema os recordaré y hablaré de vuestra buena voluntad. España está con vosotros.

Me quedo con esta reflexión de esta joven universitaria que tenía dos años cuando mataron a Gregorio Ordóñez y cuatro cuando el asesinato a cámara lenta de Miguel Ángel Blanco. Es un signo de esperanza comprobar la fuerza moral que sigue teniendo el mensaje de las víctimas y cómo cala en los jóvenes. Porque si al final se impusiera el relato de lo que ha sucedido en estos años elaborado por los terroristas y por quienes les apoyan y no el de las víctimas y el de toda la gente de bien, estaríamos ante un enorme fracaso moral como país, como sociedad y, sobre todo, como personas.

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