OCHO AÑOS RECORRIENDO LOS LUGARES MÁS VÍRGENES DE LA TIERRA

El gorila que se reflejó en la lente de Sebastião Salgado

El apasionado fotógrafo brasileño reivindica la preservación del planeta al presentar la exposición 'Génesis' en CaixaForum

Pingüinos barbijos en un iceberg situado entre Zavodovski y las islas Visokoi, en el archipielago de Sandwich.

Pingüinos barbijos en un iceberg situado entre Zavodovski y las islas Visokoi, en el archipielago de Sandwich. / periodico

ANNA ABELLA / BARCELONA

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«Llegué a las Galápagos para comprender lo que vio Darwin. Esta tortuga -dice frente a la foto- medía un metro de alto y pesaba 250 kilos. Viven 200 años, así que posiblemente a esta la vio Darwin. Era mi primer animal. Intenté retratarla pero se giró y se iba, lenta. Desistí y me arrodillé y entonces ella se paró. Apoyé los codos y quedé más a su altura. Y entonces empezó a venir hacia mí. Me miraba como yo la miraba a ella y como dándome autorización para fotografiarla. Entendí que debía respetar al animal, su personalidad, su territorio». Los ojos le brillan a un cercano Sebastião Salgado mientras desborda pasión contando una historia tras otra a los periodistas que recorren junto a él las 245 fotos que componen Génesis, la exposición que puede verse hasta el 8 de febrero en el CaixaForum de Barcelona, comisariada por su mujer, Lélia Wanick, que le cede todo el protagonismo. Son paisajes, animales y pueblos indígenas, inmortalizados en blanco y negro durante ocho años de viajes (a pie, en barco, avioneta, globo...) a los lugares más vírgenes del planeta, desde la Antártida a Alaska, del Congo y Ruanda a Siberia, el Amazonas o las Rocosas.

«Hemos abandonado nuestro planeta. Somos aliens viviendo en las ciudades. Debemos volver a él», avisa Salgado a la par que insiste en la urgencia de preservar el medioambiente. «Madagascar es maravillosa pero está en peligro desaparición, el proceso de degradación es brutal», advierte ante una cueva «tan grande como una catedral» y tras haber contemplado pingüinos saltando de un iceberg, decenas de caimanes en un pantanal amazónico, desiertos, junglas, sabanas, volcanes humeantes donde recuerda el olor a caucho al recalentarse la suela de sus botas, o remotas sendas que ya existían hace 5.000 años.

Primer plano de la cola de una ballena franca austral sobresaliendo del agua en la Patagonia argentina: «Esta especie es muy curiosa y le gusta acercarse a los barcos, lo que ha sido su perdición porque era fácil matarlas. Hoy quedan menos de 3.000. Pesaría unas 40 toneladas y se nos acercó al barco como un perrito, tanto que yo la tocaba con la mano. Si ella nos hubiera tocado nos habría hundido pero tenía una delicadeza extrema».

Salgado, que esta semana también presenta en Barcelona su libro de memorias, De mi tierra a la Tierra De mi tierra a la Tierra(La Fábrica), ha recibido el premio Ítaca de la Facultat de Ciències de la Comunicació de la Universitat de Bellaterra, y el día 31 estrena el documental sobre él y su obra realizado por su hijo Juliano Ribeiro junto a Wim Wenders (premio del público en San Sebastián), se emociona ante la imagen de un pequeño gorila en Ruanda. «No debes mirarles a los ojos porque lo ven como un desafío. Para acercarte debes mostrarles las cervicales porque saben que rompiéndolas mueres. Así te aceptan. Llevaba una Pentax con lentes planas y él se puso delante y se miró en ellas como en un espejo, vi cómo descubría que era él poniéndose varias veces el dedo en la boca y ver que su reflejo hacía lo mismo».

Salgado, que huye de esa idea de que «una imagen vale más que mil palabras» y no cree que una fotografía sea capaz de cambiar el mundo aunque sí ayuda a abrir conciencias, trabaja ya en un nuevo proyecto sobre tribus del Amazonas, «amenazadas por el agronegocio, las minerías y la construcción de presas». No faltan en Génesis Génesispueblos como estos, que viven en el Paleolítico, como los indonesios korowais, que habitan casas en árboles a 30 metros de alto y son caníbales, «pero solo con los tipos vigorosos, para obtener su valor, no con feos como yo», bromea.

Se para el fotógrafo brasileño ante una última y bella estampa de mujeres de la tribu Zo'é (significa Soy yo), en Brasil, con su tradicional palo colgándoles del labio inferior, acicalándose, pintándose la desnudez de los cuerpos con el fruto rojo de la bija, precisamente para que Salgado tenga «el privilegio» de fotografiarlas. Privilegio mutuo.