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Feria de Otoño: Ureña, Rafaelillo y los 'adolfos', broche final con emoción a raudales
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Feria de Otoño: Ureña, Rafaelillo y los 'adolfos', broche final con emoción a raudales

> Gran faena de Ureña malograda con la espada en un encierro de mucho interés

domingo 04 de octubre de 2015, 21:01h

Hubo toros y toreros como broche del serial de otoño. Lo que no debería ser noticia, pero lo es. Porque no sucede habitualmente, sobre todo en cuanto a los bicornes. Tampoco fue un festejo para enmarcar, ni perfecto. Pero los bureles de Adolfo Martín ofrecieron emoción en diversos grados y la terna cumplió de sobra, con Paco Ureña y Rafaelillo, en este orden, aportando buen toreo.

De modo que Adolfo Martín salvó la cara de sus compañeros, que en líneas generales petardearon en las tres funciones anteriores. Y la salvó de manera que todo el cotarro clavó los ojos en lo que acontecía en el ruedo sin perderse detalle. Porque allí había verdad con un encierro desigual de comportamiento, pero que cobró bien ante los picadores, no vendió su vida fácilmente e incluso los seis animales murieron con la boca cerrada.

De ellos destacó el encastado lote de Paco Ureña: el tercero con más peligro, a la par que mucha fijeza, y que pedía la distancia que el de Lorca no le dio, por lo que fue volteado sin más consecuencias que la paliza. A pesar de lo cual, el matador brilló con las cuatro más excelsas verónicas de la Feria y le extrajo buenos muletazos sueltos.

Pero la explosión artística, con el denominador de la verdad a tope, vendría con el que cerró festejo y ciclo, 'Murciano', que al milagro de la casta aunó embestidas francas, pero no tontas. De hecho también volteó a Ureña por retrasar la flámula en uno de los redondos de inicio. Mas éste, el otro murciano, y lorquino, no se arredró y a partir de ahí se rompió a torear.

La clave estuvo en la firmeza para aguantar el ciclón del burel, darle salida detrás de la cadera girando la pierna contraria a la embestida y recogerlo de inmediato para el siguiente pase. El nivel artístico, siempre con la emoción calando en los tendidos, se sublimó por naturales (en la foto): ora cargando la suerte, ora a compás abierto, ora de frente. Lástima que, tras un pinchazo, atravesara feamente al burel, por lo que la fría estadística quedó sólo en vuelta al ruedo, clamorosa, eso si. Pero Ureña, mñas artista que nunca, ha revalorizado enormemente su cartel.

Lo mantiene muy en alto Rafaelillo tras su sensacional faena a un miura en San Isidro, no rematada con el estoque. Ccomo en parte le ocurrió ahora tras lidiar, valentísimo, sobre los pies al peligroso y enterado primero e incluso para sacarle emocionantes pases, por la que tenía ganado un trofeo, pero la tizona volvió a cruzarse en su camino.

El cinqueño que le correspondió después tenía también su guasa e igualmente este otro muciano de la capital se fajó con él y llegó a dibujar suertes de una en una. Lo que intentó el también experimentado con este tipo de corridas duras Fernando Robleño, pero sus dos 'adolfos' de peligro serio, quizás no transmitido al público, no se lo permitieron y el madrileño tras probarlo en todas las querencias y distancias no sedio coba y los despenó.

Ficha del festejo

Toros de Adolfo Martín, con el trapío propio de este encaste y de muy ofensivas cabezas excepto 1º. Duros, correosos y con peligro, con 3º y 6º encastados. Rafaelillo: gran ovación y saludos; ovación. Fernando Robleño: silencio; silencio. Paco Ureña: ovación; vuelta tras aviso. Plaza de Las Ventas, 4 de octubre. 4ª y última de la Feria de Otoño. Casi lleno.

Crónica del festejo del sábado: Caballero se doctora con nota alta

Doctor en tauromaquia. Puede llevarlo ya en su tarjeta de visita Gonzalo Caballero, que aprovechó la oportunidad de sustituir al herido López Simón y actuó con enorme desparpajo, soltura y, lo más importante: torería. Notable tarde del madrileño ante los toros podridos de Vellosino, con detalles de Eugenio de Mora y dos estocadas de la casa de Uceda Leal.

El número uno actual de la compulsiva religión laica del toreo, López Simón, es íntimo amigo de Gonzalo Caballero, algo que se nota también en su comportamiento en los ruedos, donde ofician litúrgicamente con la verdad por delante. Y también fuera, no prestándose a componendas, lo que explica que un chaval como el toricantano, tan puesto y con tantos triunfos en Madrid -el último en el pasado San Isidro-, Sevilla y Pamplona, por ejemplo, no sume más contratos.

No lo hace porque su dignidad, esa que falta a tantos compañeros, le impide ser un 'ponedor', pagar por jugarse la vida, por torear. De modo que Caballero aguardaba, sentado en la balaustrada de la Fiesta, a la espera de su ocacsión. Y mira por donde los juguetones hados del destino quisieron que la cogida de su amigo le pusiese en bandeja una alternativa no anunciada.

En la misma anduvo con solvencia, cuajo y pasmosa tranquilidad ante los dos bueyes que le correspondieron, a los que toreó magnificamente con el capote -destacando las gaoneras al de la ceremonia y tres verónicas de sabor y pellizco rematadas de hinonjos con una media de pintoresco barroquismo- y con la flámula.

Con la pañosa, a este primero le cascabeleó, ora en la distancia justa ora pisando terrenos comprometidos, bellas series en redondo y al natual, aguantando con valor 'lópezsimonesco' un parón espeluznantede. Cerró con bernadinas de escalofrío y lo que iba para oreja de peseo se quedó en atronadora ovación por culpa de las armas toricidas.

La catadura del ultimo aún era más boyancona y los esperanzadores inicios de Caballero se fueron diluyendo, aunque el coletudo volvió a dejar poso, sello y un extraordinario ambientes. Como intentó Eugenio de Mora , que tiró de ortodoxia y ligazón con los dos bichos podridos de su lote, incluso de rodillas con el segundo, para nada. Pero el toledano no ha perdido el créidito que se ha ganado en sus últimas tardes venteñas.

También otro joven veterano como Uceda Leal se aburrió con el nulo juego de los suyos, aunque echó menos entrega que sus compañeros en vista de que daba igual hacerlo que no. Eso sí, recuperó sus maneras de excelente estoqueador y regaló a la vista de los parroquianos sendos magníficos volapiés. Tan magníficos como el tercio rehiletero de Curro Robles en el último buey, que le obligó a desmonterarse.

Ficha del festejo

Toros de Vellosino: desiguales de volumen y defensas, descastados, nobles y justos de fuerza. Uceda Leal: silencio; silencio. Eugenio de Mora: silencio; palmas. Gonzalo Caballero, que tomó la alternativa: ovación y saludos tras aviso; ovación tras aviso. Plaza de Las Ventas, 3 de octubre. 3ª de la Feria de Otoño. Casi lleno.

Crónica del festejo del viernes: Puerta Grande para un López Simón torerazo y heroico

Tercer zambombazo de Alberto López Simón en la cátedra. Tercera puerta grande de 2015, conquistada por agallas, sí; heroicidad, sí. Mas también, por supuesto, con buen toreo. El madrileño, herido por su primero, al que cortó un oreja, se negó a ser operado en la enfermería, y al siguientre le festoneó una faena de emoción, sí. Mas también de macizo toreo 'der güeno', obteniendo el trofeo que era la llave de la saluda a hombros. Y olé. Diego Urdiales pechó con un pésimo lote, como todo el encierro del Puerto, y quedó inédito.

En la cumbre de la tauromaquia. Ahí se ha colocado por méritos propios este nuevo José Tomás que mira por encima del hombro a todas las figuras, figuritas y/o figurones, ramplonas y reyes del destoreo, del toreo pleno de trucos y ratimagos. A ver quién presenta una hoja de servicios a la Fiesta tan de verdad de la buena, tan de verdad cono sus faenas, las de López Simón, se entiende. A ver.

El de Barajas, con una temporada plena de triunfos en plazas importantes, quería subir el último peldaño donde mirar al resto del escalafón con complejo de superioridad. Y a fe que lo hizo, auque no tenía necesidad. Por eso, donde las figuras/figuritas y/o figurones se tapan y esconden sin dar la cara en este ciclo otoñal de la cátedra, él se apunta dos tardes. Aunque por la cornada de este viernes no podrá repetir a las 24 horas, cuando será sustituido por otro coletudo de su misma línea, Gonzalo Caballero, que se doctorará.

Y es que de nuevo López Simón aplicó su tauromaquia, que no es otra que la eterna: pisar terrenos inverosímiles donde todos los bicornes embisten; echarle los engaños por delante, tirar de los bichos con arte, rematar en la cadera y ligar el siguiente muletazo. Así de fácil, en teoría. Así de difícil en la práctica, salvo que se tenga el depósito de testosterona a tope como él.

De esta manera, que desde los tiempos 'tomasistas' se ha perdido, arrancó una oreja al descastado primero, obilgándole por ambos pitones hasta que fue prendido espectacularmente en la pierna izquierda. Pero, visiblemente dolorido, no se arredró y volvió a la carota del bicho para impresionarle -tanto como a los espectadores- con su valor y extraerle emocionantes muletazos.

Negativa a una intevención quirúrgica

Se marchó a la enfermería, de donde salió, en un gesto de raza y amor a la liturgia, para recoger la oreja y meterse otra vez. Nadie pensaba en el milagro, pero repitió como en su primera actuación venteña de este su 'annus mirabilis', el 2 de mayo, cuando tras obtener un trofeo en su primero, y ser también herido con un cornalón, se colocó un torniquete y bordó el toreo con su segundo, arrancándole una oreja, que pudieron ser dos de no marrar a espadas.

También ahora se negó a ser operado y casi se escapó de la enfemería para redondear su tarde heroica de nuevo, frente al siguiente. Y por redondos majestuosos y mandones, látigo y caricia, volvió a estremecer las fibras sensibles del cotarro y ahogarles el corazón con tanta verdad, pues el manso y peligroso funo se refugiaba en tablas y pegaba tornillazos. Pero Simón, con quietud y arte, le extrajo varias series magníficas por ese pitón, una por el izquierdo y le fulminó con un espadazo al encuentro.

Por todo ello echó la segunda oreja -que bien merecieron ser dos- en el esportón, la que descerrojaba los goznes de la Puerta Grande -como en San Isidro- por la que fue sacado en volandas por un gentío, para pasar después al quirófano y ser operado de la conada en la pierna izquierda.

Loor a López Simón, redentor de la Fiesta, tan necesitada como ayuna de heroes, de esos que elevan la tauromaquia al máximo nivel del arte y el valor. De esos con los que no podrían los antitaurinos, porque, como este viernes santo de torería, la gente salió del coso hablando de toros y toreando imaginativamente calle Alcalá arriba y abajo. Loor al número uno, que no pudo obtener nuevos trofeos porque el que cerró función se rompió una mano nada más iniciarse la faena de muleta.

Con similar idea venía Diego Urdiales, tan clásico y serio en sus formas personales y profesionales, pero para nada los descastados bureles que le tocaron en desgracia le ayudaron, por lo que los lidió con oficio y prácticamente quedó inédito. Aunque reste la duda de saber si pudo arriesgar algo más a la manera heroica de quien ocupa desde ya la cima del escalafón.

Ficha del festejo

Cinco toros de Puerto de San Lorenzo, y 4º, sobrero de Valdefresno en sustitución de uno del hierro titular devuelto por inválido: desiguales de presentación y hechuras, descastados y mansos. Diego Urdiales: silencio; saludos; silencio. López Simón: oreja; oreja; ovación. Plaza de Las Ventas, 2 de octubre. 2ª de la Feria de Otoño. Lleno. Incidencias: López Simon resultó herido por su primero con una cornada en la cara posterior del muslo izquierdo con una trayectoria hacia arriba de 12 cm.que alcanza el pubis. Pronóstico reservado.

Crónica del primer festejo: novillos 'ni ni' y aburrimiento

Los taurinos no se quedan atrás, no. Hace años que degenerando el 'bos taurus' a base de quitarle casta y fuerza han logrado el 'bos ni ni'. Sí, animalotes que no tiene ni casta, ni fuerza, ni... 'na'. Animalotes que en lugar de dar miedo, dan pena. Como los corridos en este pésimo inicio de la Feria de Otoño y contra los que estrellaron sus ilusiones la terna de novilleros punteros.


Ojalá la sabiduría y el tópico calé se cumpla y los malos principios del ciclo de octubre demuden a partir del intetesante mano a mano de este viernes entre Diego Urdiales y López Simón y se enderece el serial. Porque, claro, con la pasarela de inválidos que saltó a la arena venteña, con permiso y aprobación de la autoridad -incapaz luego de devolver más que al esmirriado quinto, y porque se lesionó durante la lidia-, la emoción era una entelequia y el aburrimiento en los tendidos una realidad.

Así las buenas maneras en general de Filiberto (en la foto), que extrajo algún natural potable del cuarto, casi pasaron desapercibidas entre el sopor de la parroquia. Cual acoteció de manera parigual con Joaquín Galdós y su lote de fofos enemigos, y con el primero de Alejandro Marcos, con el que apuntó su estilo artístico.

El salmantino ofreció su otra cara, la de valor y oficio ante el feo y mansísimo sobrero, con el que deambuló fácil e incluso le arrancó un par de series por la izquierda. Eso sí, vaya también la crítica al pésimo manejo de la terna de las armas toricidas y a su inclinación por el toreo posmoderno, ya se sabe: retorcimiento, suerte descargada y muletazo hacia fuera. Claro, es la que utilizan las figuras, pero éstas ya están arriba, con o sin justicia, y al trío de este gris festejo le falta mucho. Ellos sabrán.

Ficha del festejo

Cinco novillos de El Torreón, justos de presencia, nobles e inválidos; 5º, sobrero, de Dolores Rufino, basto, manso y peligroso. Filiberto: silencio; división. Alejandro Marcos: silencio tras avidso; silencio tras aviso. Joaquín Galdós: silencio; silencio. Plaza de Las Ventas, 1 de octubre. 1ª de la Feria de Otoño. Dos tercios de entrada.

Feria de Otoño: Ureña, Rafaelillo y los 'adolfos', broche final con emoción a raudales
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