Crónica

Malos humos para monos y hombres

Este es el laboratorio alemán donde se realizaron los experimentos de dióxido de nitrógeno con jóvenes de entre 18 y 33 años. Fueron19 hombres y seis mujeres. Al menos dos eran extranjeros. CRÓNICA / CLÍNICA UNIVERSITARIA DE AQUISGRÁN

Primero ensayaron en secreto con "25 jóvenes saludables", captados en la Universidad, a los que hicieron respirar dosis bajas de dióxido de nitrógeno como el que emiten los coches diésel, con la pretensión de demostrar que los gases eran inocuos para la salud. Los ponían a pedalear tres horas, una vez por semana, en un corredor por el que hacían que circulara el aire en tres niveles diferentes de contaminación. Eso fue en 2014. Y medio año más tarde, en un laboratorio de Nuevo México, fueron más lejos. Esta vez con 10 macacos traídos de China a los que les hacían inhalar el humo de los tubos de escape de un Volkswagen Escarabajo de última generación y una vieja 'pick up' marca Ford en sesiones de 3 y 4 horas, mientras los tenían encerrados en jaulas de cristal y entretenidos con películas de dibujos animados. Las tres grandes marcas de coches de Alemania, salpicadas previamente por el escándalo de los medidores trucados de emisión de humos en sus vehículos de gasoil, pretendían demostrar que unos y otros salían indemnes de los malos humos... Crónica tiene acceso a los documentos de los experimentos, que tuvieron el plácet del comité de ética de la Universidad de Aquisgrán, y sigue el rastro de los macacos 'supervivientes', similares a los que se crían para experimentación animal en la gran granja de simios de Camarles (Tarragona). Después del ensayo de los coches en Alburquerque, los primates, que costaron 3.500 dólares por cabeza, pasaron por otro experimento similar, pero con humo de tabaco. "No fueron eutanasiados", ha dicho uno de los responsables de las pruebas. La asociación animalista PETA, en cambio, los da ya por muertos.

220.000¤ para que 25 jóvenes sanos inhalaran dióxido de nitrógeno

Lovelace ha sido siempre un nombre asociado a Garganta Profunda. Es el apellido de Linda, la protagonista de la película porno asociada a la gran filtración del Watergate. Ahora el nombre resucita para otro gran escándalo mundial: el Dieselgate. Lovelace es el nombre del centro de investigación en Alburquerque (Nuevo México, EEUU) que llevó a cabo la investigación con monos a los cuales se obligó a inhalar dióxido de nitrógeno en dosis elevadas. Un experimento que los grandes fabricantes de coches alemanes nunca quisieron que se supiera. Lo trataron de ocultar -y lo lograron hasta ahora- incluso en el informe de 700 páginas presentado ante el Bundestag por el amaño de motores diésel. «Conmoción», titulan en Alemania, horrorizados con lo sucedido.

Crónica ha tenido acceso, por distintas fuentes, a los informes elaborados bajo el paraguas de la Asociación Europea de Estudios sobre la Salud y el Medio Ambiente en el Transporte (EUGT), consorcio de investigación formado con la venia de gigantes como BMW, Daimler, Volkswagen y Bosch, desmantelado el año pasado. Hasta Angela Merkel se ha pronunciado sobre lo sucedido. «Estos experimentos con monos e incluso humanos no tienen legitimación ética. La consternación que siente mucha gente es absolutamente comprensible», ha dicho tajante, incluso irritado, el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, al condenar estos ensayos en nombre de la canciller alemana.

Comencemos por los humanos...

«Nadie corrió riesgo. Lo demás es una patraña». Lo dice a este suplemento Peter Brand, director del estudioBiological effects of inhaled nitrogen dioxide in healthy human subjects. Realizado por seis investigadores de universidades de Aquisgrán (Aachen, en alemán) y Múnich, éste se puede traducir como «efectos biológicos de la inhalación de dióxido de nitrógeno en sujetos humanos sanos». Así, literal. Brand accede a repasar su informe, uno de los más controvertidos. Empecemos con lo básico. ¿Qué es el dióxido de nitrógeno? Es un gas tóxico e irritante, uno de los elementos que aparecen en la combustión del diésel. Según las Fichas Internacionales de Seguridad Química, es «una sustancia corrosiva para la piel y el tracto respiratorio. La inhalación del gas o el vapor puede originar edema pulmonar. La exposición muy por encima del límite puede producir la muerte».

En el estudio de Brand se realizó una exposición de esta sustancia, según nos lo confirma el científico, a «25 sujetos saludables, la mayoría estudiantes, al menos dos de ellos extranjeros, 19 hombres y seis mujeres». Fueron voluntarios que se presentaron tras acudir a un anuncio «que se colocó en un tablón universitario». Un centro de estudios internacional, de prestigio mundial, cuyo propio comité de ética dio el visto bueno a cada paso dado por Brand y su equipo. «Contamos con su aprobación a partir de una necesidad que se hizo patente en 2009 cuando se quiso saber el efecto del dióxido de nitrógeno en lugares de trabajo. Había distintos estudios pero había que hacerlo mejor». El equipo de Brand quería comprobar -o negar- lo que dicen ya diversos estudios epidemiológicos: inhalar dióxido de nitrógeno, incluso en bajas concentraciones, tiene efectos adversos en la salud humana. Por ejemplo, según parámetros utilizados en España, «se ha comprobado que se necesita superar una concentración de 1 ppm (partes por millón) para producir daños en adultos sanos». Se trabajó en un sofisticado laboratorio con valores controlados que partían desde 0 ppm hasta 1,5 ppm.

Los protagonistas del estudio eran jóvenes, de media tenían 24 años. El menor tenía 18 y el mayor, 33. Pesaban desde 58 hasta 102 kilos. De estaturas muy variables, la más pequeña era una chica de 150 cm y el más alto un muchacho de 196. Uno de los elegidos se llama Georg Winkens, un robusto estudiante de física con una llamativa barba pelirroja. Cuando comenzó el estudio, a Georg le hicieron exámenes sanguíneos y respiratorios. Reunía las condiciones, como los otros 24, de nunca haber sido fumador o de haber dejado el tabaco hace, al menos, 12 meses. Debían tener los pulmones completamente sanos. Y no se aceptaban ni asmáticos ni aspirantes con problemas cardíacos.

Georg fue expuesto a tres tipos de concentraciones de dióxido de nitrógeno: 0.1 ppm, 0.5 ppm y 1.5 ppm. Durante tres horas, una vez a la semana. Esto explica en parte la razón de que no aceptaran asmáticos: porque como señala cualquier recomendación médica, a partir de 0.32 ppm, «tras la exposición durante 30 minutos potencia los broncoespasmos inducidos por el ejercicio y la reactividad de la vía aérea a la provocación de aire frío en asmáticos». El estudio dirigido por el doctor Brand se hacía también con ejercicio.

«Se les subía a una bicicleta estática por 10 minutos cada hora», recuerda Brand. Había un máximo de cinco humanos, cada día, siendo estudiados. Estaban en un cuarto de 41 metros cúbicos y los chicos se distribuían alrededor de una mesa. El cuarto recibía ventilación por un aparato similar al de un aire acondicionado. El dióxido de nitrógeno salía de un recipiente de 40 litros. Una fracción pequeña de su contenido se mezclaba en el aire del cuarto donde estaban los muchachos. «Iba y venía. Después estaban las pruebas de seguimiento», recuerda el cobaya Wilkens en una conferencia de prensa realizada el viernes por la Clínica Universitaria de Aquisgrán con el objetivo de probar que se siguieron todos los parámetros éticos y científicos.

El estudio se realizó «desde la mitad de enero de 2014 hasta la mitad de febrero», explica el doctor Brand. El día de los enamorados de ese año terminó la investigación.

-¿Puede asegurarnos que nadie ha resultado lastimado?

-Eso me ofende. Están los resultados del estudio, que tiene usted en sus manos... No tenemos nada que ocultar.

Las conclusiones del experimento son las siguientes: «Las tres horas de exposición de 25 jóvenes y saludables sujetos a tres concentraciones de dióxido de nitrógeno (0.1, 0.5 y 1.5 ppm) no han provocado efectos significativos en las funciones pulmonares, celulares o bioquímicas... Estos resultados no sugieren una respuesta adversa aguda a la inhalación de dióxido de nitrógeno».

-¿Se siente utilizado por los fabricantes de automóviles [ellos han usado su investigación una y otra vez]?

-Fue un estudio libre e independiente.

Eso sí, el viernes el director de la Clínica de Agristán hizo una suerte de mea culpa por aceptar la financiación del consorcio europeo EUGT. Wilkens añade que «él no ha tenido secuelas» por el estudio, que costó 220.000 euros. Hans Dieter Poetsch, presidente del Consejo de Supervisión de Volkswagen, ya ha dado su opinión sobre las investigaciones realizadas -y pagadas en un 25% por su empresa- bajo el paraguas de la EUGT: «Me distancio enfáticamente de tales prácticas, que están más allá de la comprensión. Esta ocurrencia debe aclararse completamente y sin reservas... Haré todo lo que esté a mi alcance para garantizar que se investigue a fondo. No hace falta decir que quien sea responsable de esto debe ser llamado a rendir cuentas». Daimler (Mercedes Benz) se pronuncia en términos similares: «Nos distanciamos expresamente de los estudios y de EUGT. Condenamos los experimentos en los términos más enérgicos». VW, Daimler y BMW han despedido a los ejecutivos involucrados.

¿Y si se supiera que hubo un plan secreto -abortado a tiempo- para que humanos inhalaran gases de diésel como sí se hizo con monos...? [Lea la siguiente página].

Diez macacos de 3.500$ 'enchufados' a dos tubos de escape

Los monos expuestos al humo de diésel se metieron en jaulas de cristal, viendo dibujos animados... Eran el plan B de un plan complejo que primero se ideó para humanos. Y que después pasó a ser ejecutado con ellos (los animales). Existe incluso un croquis de lo que pretendían hacer: un coche, una conexión a su tubo de escape y después una bicicleta estática con un hombre encima respirando aire tóxico [hasta el momento sólo se había hecho con dosis controladas de dióxido de nitrógeno: el estudio de la Universidad de Aquistrán]. Desistieron. Lo confesó un directivo de Volkswagen USA, Stuart Johnson, ante la justicia norteamericana.

-¿Participó en las conversaciones sobre este estudio con humanos?

-Sí -responde Johnson.

-¿En retrospectiva no le parece ridículo?

-No se ve bien, en retrospectiva.

-¿Recomendó que no se hiciera este estudio en humanos?

-No lo recuerdo. Sé que David Geabacopoulos [vicepresidente de Relaciones Públicas de VW USA] participó en la conversación y no le pareció buena idea.

Desistieron. Después de eso se pasó a los monos. Fueron comprados a la empresa Charles River, especializada en primates no humanos para experimentación [rival directo de Noveprim, dueña del Guantánamo español de los monos, ubicado en Camarles, Tarragona]. Eran machos, de entre 3 y 4,6 kilos. Completamente sanos. Cada uno costó 3.500 dólares (2.810 euros al cambio). Según factura llegaron al centro de estudios Lovelace a mediados de 2014. Se compraron 11 del tipo cynomolgus, aunque sólo 10 participaron en el ensayo. Su viaje comenzó en China y terminó en Alburquerque (Nuevo México).

A los macacos los metieron en un laboratorio con jaulas de cristal y al fondo dos coches: un Volkswagen escarabajo descapotable rojo y un Ford F250, un pick-up viejo. Tecnología nueva versus anticuada. Más limpio, más sucio. Eso ya lo habían comprobado estudios de motor. Mas faltaba que lo certificaran los pulmones de los simios. El estudio fue dirigido por el doctor Jake McDonald, rostro de boxeador, jovial, quien tuvo que lidiar con las presiones de la Asociación Europea de Estudios sobre la Salud y el Medio Ambiente en el Transporte (EUGT) -financiado por VW, BMW, Daimler y Bosch-, mecenas del proyecto. Le pidieron incluso que cada paso pudiera estar disponible en tiempo real. «Nunca viví nada igual», ha confesado McDonald.

Para el 4 de mayo de 2015, los 10 monos ya estaban siendo expuestos al gas. Cuatro horas donde su mayor consuelo era ver dibujos animados. «Les reconforta», soltó McDonald entre risas. Llegaron los resultados. El vetusto F250, de 1997, obtenía mejores cifras que el coche chic, 17 años más moderno. El tremendo estrés de los monos, por culpa de los gases y por las endoscopias posteriores que llegaban hasta sus bronquios, carecía de sentido.

Se demostró tras hacerles distintos exámenes de sangre en tres momentos del día durante varias semanas. Se repetían las pruebas esperando que en algún momento se produjera la victoria del descapotable rojo. No pasó, ni siquiera a pesar de que éste tenía un software trucado que le permitía emitir sobre un dinamómetro hasta un 4.000% menos de gases tóxicos que cuando circulaba por las carreteras. Un fracaso total. McDonald quería impedir a toda costa que su investigación terminara bajo un cajón. Sería una vergüenza para su carrera. Había recibido 520.000 euros de financiación y le quedaban por cobrar unos 58.000 más. «Quiero suavizar los resultados», llegó a escribir en un email de finales de 2015.

El plazo de publicación se pasó. Ya en 2016 todo iba de mal en peor. Eran tan funestos los resultados que el equipo de Jake sugirió suprimir la parte correspondiente a la pick up. Para entonces, la anatomía de los monos había sufrido daños considerables que nunca se hicieron públicos.

Un año más tarde llegó el informe de 58 páginas con el código FY15-050, adelantado por el diario alemán Bild. Su título, en inglés: Exposiciones al diésel o emisiones tecnológicas alternativas para evaluar la respuesta biológica en primates no humanos. Ese 2017, tras el Dieselgate, la EUGT fue finiquitada.

-¿Qué sucedió con los monos?

-No se los devolvimos a Volkswagen [risas]... Después de las pruebas no fueron eutanasiados -afirma McDonald.

Alka Chandna, directora de investigaciones de laboratorio para PETA, la organización de defensa de los derechos de los animales, no cree que se deshicieran de los monos de forma automática. «No con monos tan caros», explica. «Lo que suelen hacer es usarlos de nuevo para otros experimentos hasta que se mueren». Según las fuentes consultadas, lo cierto es que sobrevivieron y participaron en un estudio sobre tabaquismo. Chandna no duda en calificar a Lovelace. «Son de lo peor que hay en términos de abusos a animales. Su sustento es la tortura de animales a través de experimentos».

De hecho, subraya que han sido multados en el pasado por el Gobierno federal, que les condenó a pagar 17.400 euros en 2011, «una cantidad considerable para esta clase de delitos», según certifica la experta de PETA. «No merece la pena tratar de hacerles cambiar, pero sí impedir que les llegue trabajo de grandes compañías», añade.

Desde Lovelace, no son capaces de confirmar si actualmente los monos están vivos o muertos. «Normalmente se les integra en las colonias que tenemos aquí una vez que ha terminado el experimento. Es difícil saber qué ha sido de ellos. No le puedo decir dónde están», dice a Crónica Pam Lorde, su responsable de comunicación. Una respuesta que no convence a Chandna. «Es imposible que no sepan dónde están los monos. De ser así, sus experimentos no tendrían validez alguna. Esa persona está mintiendo».