El sorprendente caso de un pueblo de Burgos que ha ganado 75 habitantes: "Con más viviendas, llegaríamos a 500"

Gumiel de Mercado, uno de los mayores productores de Ribera del Duero, es una 'rara avis' en la España vaciada: ha aumentado su población más de un 20% en solo cinco años

Dos mujeres pasean por un pueblo de Burgos

Dos mujeres pasean por un pueblo de Burgos / EPE

Roberto Bácares

Recorrer Gumiel de Mercado (Burgos) con su alcalde, Pedro Gómez, es como ir en una visita guiada. Todo lo sabe, todo lo conoce, a todos saluda. "Mira, esto es que estamos de obras porque hemos tenido un hundimiento en la zarcera (respiradero) de una de las bodegas", explica Pedro señalando unas vallas de obra frente a la carretera principal, desde la que se divisa perfectamente el Cerro del Castillo, festoneado de bodegas y lagares como si fueran casitas de hobbits.

"Hay más de 140, tenemos más de tres kilómetros de túneles", presume el alcalde sobre un valioso patrimonio que a la vez es un quebradero de cabeza, pues hay hundimientos de vez en cuando, ya que en varias partes del pueblo las bodegas, que se reparten en cuatro niveles, se entremezclan con las casas, y su gestión es un tifostio que no veas. Sobre todo porque el agua corre subterráneamente a raudales y provoca humedades. "Hay agua para aburrir", suelta Pedro, que conoce todo al dedillo, cada propiedad, cada túnel, incluso sabe de los que no están registrados, que haberlos haylos.

Situada en zona de de pinares, a apenas 14 kilómetros de Aranda de Duero, Gumiel conserva todavía una iglesia encastillada, varias casas con blasones y otra de la tradicional arquitectura de poste y carrera (madera y adobe) y dos antiguas puertas medievales -la de San Pedro y la de las Pradas-, y está rodeada de viñedos por aquí y por allá, siendo una de los mayores productores de la Ribera del Duero.

Podar la viña

Es mediodía, y Paula y Adriana, de nacionalidad rumana, están sentadas en las escaleras de la antigua nave de la cooperativa municipal. Están tomando un refresco y echando un cigarro tras su jornada podando viñas. "Hay mucho trabajo en el campo, y estos días hay que madrugar para no pasar calor", explican las mujeres, parte de la amplia comunidad rumana que vive en el pueblo. "Llevamos diez años aquí y estamos muy contentas".

La inmigración rumana y marroquí está precisamente detrás del sorprendente fenómeno que está viviendo Gumiel, que el siglo pasado llegó a 2.000 habitantes, pero que en 2018 apenas superaba los 300 (310). Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), del año 2023, sin embargo, Gumiel tiene 385 vecinos censados. Mientras la mayoría de pueblos de Castilla y León sigue sufriendo la diáspora de habitantes a núcleos urbanos más grandes, Gumiel ha aumentado su población un 20%. Según el alcalde, serían incluso más: "De acuerdo a nuestros datos, somos más de 400, aunque si tuviera viviendas, seríamos 500. Aquí hay trabajo y se vive bien".

Casas vacías

Como otras zonas de Castilla, la localidad tiene muchas casas vacías -en total hay cerca de 500-, pero la que no está en ruinas es propiedad de varios herederos que no se ponen de acuerdo -lo que se conoce como propiedad 'trabada'-, y mucho menos para alquilar. "Muchos temen meter a gente a vivir dentro de sus casas", revela el alcalde, que desde que llegó la pasada legislatura se ha planteado devolver el brillo al pueblo y convertirle en foco turístico de gastronomía, patrimonio y naturaleza [hay varias interesantes rutas de senderismo]. "Lo vamos a conseguir, la gente cree en la posibilidad de remontar", suelta a lo 'Cholo' Simeone durante el recorrido por el pueblo, en el que es visita obligada El Mesón El Viso.

Regentado por Javier Izquierdo, da más de cien comidas al día en fin de semana, y acumula varios premios gastronómicos, como la mejor croqueta de Burgos de 2022, elaborada con torrezno y membrillo, o la mejor tortilla de patatas de la provincia. "Servimos como mil croquetas a la semana y viene mucha gente desde lejos a comer la tortilla. La tortilla mueve mucho", cuenta Javier en su establecimiento, visita obligada si uno viaja a la Ribera del Duero y que es conocido también por su perdiz escabechada o su lomo de bacalao al pilpil, entre otros platos.

Comedor lleno

"Le tengo que decir a mucha gente que no cuando llaman porque estamos llenos", cuenta David, que tiene en su plantilla precisamente a dos jóvenes rumanas. "La gente es muy maja", dice María, una de ellas -la otra es su hermana Marta-, mientras recoge una de las mesas cerca de la barra, todas ellas llenas ya este viernes a mediodía.

'Juan' es el nombre español adoptado por un rumano de porte robusto que apura una cerveza en el bar de la plaza, regentada por una compatriota. Dice que ya no se vuelve a Rumanía. Trabaja fabricando embutido y compró la casa aquí hace diez años. “Antes eran más baratas, ahora han subido; igual somos ya 12 los rumanos que tenemos casa comprada aquí”, explica, antes de enseñar una especie de colmado que Mariela, también rumana, tiene pegado al bar.

Hay productos típicos de su país, como salami, salchichas de pollo, chocolates, latas de carne, pate, especias o dulces rumanos. “Estoy contenta aquí, aunque hay días buenos y días malos; hoy es día bueno”, dice sobre la decena de clientes que tiene, algunos jubilados del pueblo que prefieren no hablar. “Nos gusta mucho el pueblo, sobre todo cuando el alcalde invita a comer en la plaza”, bromea socarrón Mikita, que está en la terraza.  

Colegio abierto

Por lo general, los oriundos -en invierno viven aquí unas 180 personas- están contentos con la llegada de los inmigrantes. “Es que si no hay vida, nos vamos”, asegura José Manuel, trabajador de Michelin, en su nave, donde tiene el tractor. Se vino de Palencia con su familia a Aranda, y después aquí. “Nos vinimos porque estaba el colegio abierto”, razona. “Tenemos 14 niños; de dos a cuatro hay apoyo, que está sufragado por el Ayuntamiento. Hay familias que han venido al pueblo por el colegio”, explica el alcalde, que presume de que sigue habiendo cuatro bares abiertos y que hay médico “todos los días, aunque se va a jubilar pronto, y eso no lo tienen muchos pueblos”.

“La población local y extranjera están muy integradas, la relación es muy buena, incluso a nivel cultural. Se sienten acogidos”, prosigue Pedro, que estima que una tercera parte de los habitantes serán o rumanos o marroquíes que han venido principalmente porque hay bastante trabajo en el municipio. Hay explotaciones ganaderas, cebaderos de vacuno, cinco granjas de cerdos y cuatro bodegas instaladas aquí de forma permanente -Pradorey, Valduero, Arrocal y Raúl Calvo-, aunque varias más tienen en terreno del pueblo sus viñedos. “Todo eso es dinero y fija población. Además, no es trabajo estacional. Se está acabando de vendimiar y muy pronto, ya en noviembre, se empieza a podar. Aquí cada cepa se trabaja casi de forma individual”, cuenta sobre el mimo que se pone en las bodegas de Ribera, que van en auge, a la hora de elaborar el vino. “Y luego hay gente, también, que vuelve al pueblo”.

Calidad de vida

“El nuestro es un caso singular, sí, pero hay muy buena calidad de vida”, argumenta el alcalde, que explica que siguen naciendo niños en el pueblo, que en verano, en la Virgen de agosto, puede rozar los mil habitantes. “Con la piscina y tal es tremendo”, dice Pedro, que está constantemente buscando financiación para afrontar nuevos proyectos -recomprar el cuartel de la Guardia Civil, recuperar lagares tradicionales, para incluir en la oferta turística..., pero las administraciones no se estiran mucho.

“Yo cuando llegué me propuse no tocar lo que estuviera funcionado, y mejorar lo que se pudiera”. Así, la iluminación y la pavimentación, entre otras cosas, están niqueladas. De hecho estos días los operarios están ganando una acera a la carretera de entrada al pueblo según se viene desde Aranda que antes era un peligro porque hay una casa pegada a la vía de circulación. Hay también campo de fútbol siete, sala multiusos y el patio del colegio en estos últimos años se ha techado. "Tenemos un presupuesto limitado, pero hacemos todo lo que podemos para que todos estén bien. Para las fiestas incluso trajimos una banda moldava, que es parecida a una rumana".