Espartinas y Damasco, tan cerca y tan lejos

Alumnos del colegio Altasierra conversan con jóvenes palestinos que viven en Siria sobre lo que comparten y lo que los diferencia

25 abr 2017 / 15:26 h - Actualizado: 26 abr 2017 / 22:21 h.
"Educación"
  • Un total de 20 alumnos participaron de esta experiencia tan singular. / Juan Raya
    Un total de 20 alumnos participaron de esta experiencia tan singular. / Juan Raya
  • La actividad forma parte del proyecto educativo ‘Mi voz, mi escuela’. / Juan Raya
    La actividad forma parte del proyecto educativo ‘Mi voz, mi escuela’. / Juan Raya
  • Espartinas y Damasco, tan cerca y tan lejos
  • Espartinas y Damasco, tan cerca y tan lejos

«Yo quiero ser médico porque me gusta ayudar a la gente». La frase, que cualquier chaval de 14 o 15 años puede pronunciar, cambia de significado cuando quien la dice es un alumno de esa edad de un colegio que la UNRWA, la agencia de la ONU para los refugiados de Palestina, tiene a las afueras de Damasco, capital de Siria, un país asolado por una guerra interminable.

Sus interlocutores eran 20 alumnos de Tercero de ESO del colegio Altasierra, de Espartinas, que han vivido la experiencia de conversar mediante una videoconferencia con un grupo de niños de su edad que vive en unas circunstancias tan diferentes a las suyas.

La experiencia forma parte del proyecto educativo Mi voz, mi escuela, cuyo objetivo es que los jóvenes conversen sobre sus respectivas experiencias educativas y reflexionen sobre cómo, gracias a esta charla, todos pueden colaborar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.

Claro, esa es la teoría.

La realidad, que es tozuda, acaba por imponerse a los pocos minutos de videoconferencia, justo cuando unos y otros, palestinos y sevillanos, empiezan a soltar los nervios. Porque el aspirante a médico resulta que es también aficionado al fútbol, y que es del Real Madrid. Su suerte es que en ese momento está hablando con Juan, madrileño de nacimiento y madridista de corazón. No era lo previsto, pero lo cierto es que el fútbol sirvió para romper el hielo. Y eso está bien.

De manera que estos jóvenes palestinos, refugiados que viven ahora atrapados en una guerra, tienen temas de conversación con sus interlocutores sevillanos. También tienen, claro, grandes diferencias.

«No tenemos tecnología en el colegio», aclara una chica palestina. Algo impensable para un grupo que carga con sus smartphones y sus Ipad con absoluta normalidad.

En todo caso, la conversación fluye cada vez con más naturalidad. Ésa es la idea. La resume la coordinadora de UNRWA en España, Cristina Poveda, sonriente a medida que los alumnos charlan con más naturalidad. «Tenemos un programa que aplicamos en todas nuestras áreas de operaciones: Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano y Siria. Es un programa de educación en derechos humanos, que busca que los niños que viven en situaciones diferentes a la nuestra, en situaciones de conflicto, como estos niños de Siria, puedan compartir experiencias con niños en este caso sevillanos».

«Van a debatir sobre qué es para ellos la educación, qué significa para ellos ir al cole. Y a partir de ahí, identificar qué cosas tienen en común y cuáles son diferentes. Al fin y al cabo –resume Poveda–, son niños de 14 y 15 años. Todo lo tienen en común. La única diferencia es el lugar en el que les ha tocado vivir». No es poca cosa, y para explicarlo basta un ejemplo, que aportan los responsables del colegio: la videoconferencia estaba prevista para el mes pasado pero tuvo que suspenderse: los palestinos estaban en un búnker por motivos de seguridad.

Ahora charlan sobre las asignaturas que cursan unos y otros, entre ellas los idiomas, que entre otras cosas les permiten comunicarse en inglés. De manera que se alternan los temas más serios, académicos, con las bromas sobre fútbol y música. Precisamente una canción inesperada sorprende a los sevillanos: un alumno palestino pide para todo el mundo cosas muy normales en Sevilla, pero de esas que a los adolescentes les suelen dar casi vergüenza, como paz o amor, y todos lo entienden a la primera.

En el colegio insisten en lo valioso de la experiencia, que nunca se había realizado en España. Lo explica Javier Brioso: «Esto es lo que hay que enseñar en el colegio, esos valores que no vienen en el libro, y que hay que transmitir».