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The Guardian en español

El mensaje de un superviviente de la matanza de Columbine a los estudiantes de Florida

Austin Eubanks ahora tiene 36 años y fue uno de los heridos en Columbine / Foto cedida por Austin Eubanks

Lois Beckett

Nueva York —

Hace 19 años, Austin Eubanks se escondió debajo de una mesa en la biblioteca de su instituto mientras dos estudiantes abrían fuego contra sus compañeros de clase. Él y sus amigos se preparaban para almorzar cuando oyeron los primeros disparos. No reconocieron el ruido. Pensaron que eran sonidos de una construcción. Hasta que un profesor entró corriendo a la biblioteca y les gritó que se escondieran.

Cuando terminó el tiroteo, Eubanks salió corriendo de la biblioteca y de la escuela atravesando el humo. Tenía 17 años, heridas de bala en la mano y en la rodilla, y acababa de ver cómo su mejor amigo moría delante de él.

Horas después del tiroteo ocurrido en Parkland (Florida) el miércoles, Eubanks (que ahora tiene 36 años) habla sobre las claras similitudes con el tiroteo de Columbine del 20 de abril de 1999.

“El parecido con Columbine, solo por las imágenes que salen en los medios de comunicación, es bastante increíble: estudiantes saliendo a toda prisa con las manos sobre la cabeza, vehículos blindados, coches de policía y ambulancias sobre el césped”, dice Eubanks. “Me ha resultado muy familiar”.

“El principal sentimiento que tengo estos días es la ira. Porque conozco las consecuencias de lo que acaba de pasar”.

Eubanks, que trabaja en una residencia de rehabilitación de Steamboat Springs, en Colorado, ahora habla sobre los vínculos entre los tiroteos masivos y otras formas de violencia con la creciente crisis de opiáceos en Estados Unidos.

“Nos enfrentamos a un problema de proporciones gigantescas con el aumento de la violencia masiva, y creo que hay una correlación directa con el aumento de la adicción”, explica.

A los 17 años, herido y entristecido por la muerte de su amigo, Eubanks no supo procesar el trauma. En vez de hacerlo, trató de esconder el dolor.

Le recetaron opiáceos para las heridas que le habían provocado los tiros. A los pocos meses de Columbine, Eubanks era adicto a los analgésicos y tomaba medicamentos para no lidiar con su dolor. Volver a estar sobrio le llevó más de 12 años de relaciones dañadas y numerosos arrestos por peleas, robos y comportamientos impulsivos.

Su consejo para los supervivientes del tiroteo escolar del miércoles es que se apoyen en el dolor y la pena que sienten, que no traten de evitarlo.

“Puedes curar el dolor físico mientras te estás medicando para eso. No puedes curar el dolor emocional mientras te estás medicando”. Según Eubanks, los supervivientes buscan algo en sus vidas que les permita deshacerse del dolor, como abusar de sustancias, tener relaciones negativas o perderse en la tecnología, pero son decisiones equivocadas.

“Para curar el dolor emocional hay que sentirlo”, dice. “Quieres sentirte mejor inmediatamente, pero tienes que tener el valor de sentarte y sentirlo, y si puedes hacerlo lo suficiente, saldrás por el otro lado”.

Para Eubanks, junto con el estrés postraumático también existe la posibilidad de un crecimiento postraumático. “No implica que vuelvas a ser la misma persona. Después de un trauma, cambias para siempre”.

En Columbine, 12 estudiantes y un profesor fueron asesinados y otras 24 personas resultaron heridas antes de que los dos agresores se suicidaran. Después de dos décadas en las que el Congreso se ha negado a aprobar leyes más estrictas sobre las armas de fuego, el número de muertos en Parkland ha sido aún mayor: 17 personas perdieron la vida, entre ellas un entrenador de fútbol.

Según las estadísticas recopiladas por la revista Mother Jones, que ha revisado los incidentes desde 1982, el tiroteo de Parkland es el más mortífero en escuelas secundarias de la historia estadounidense contemporánea.

Pero el efecto de un tiroteo como Columbine o Parkland no puede medirse solo por el número de heridos o muertos, dice Eubanks. Los estudiantes que lo presenciaron, los que perdieron amigos, los que acudieron primero y los familiares. Todas estas personas han sido afectadas, y el impacto del trauma y del dolor puede transmitirse a sus parejas y a sus hijos, especialmente cuando los supervivientes recurren al abuso de sustancias para sobrellevarlo.

Traumas colectivos

“El trauma se expande por la sociedad”, dijo. “Lo que inicialmente comienza como unos pocos cientos de afectados directos se convertirá en miles, y en 10 años, en decenas de miles, solo por este tiroteo”.

“Estos son traumas masivos, masivos, y es como un terremoto, forma ondas. Eso es lo que quiero que la gente entienda”, añade.

“Temo que sigamos en el mismo lugar que siempre: que todos se van a dividir por su opinión y nada va a cambiar. Tenemos un Gobierno que ni siquiera está dispuesto a financiar un estudio para entender por qué ocurre esto. No encuentro mejor ejemplo de lo que significa esconder la cabeza en la arena”.

A Eubanks le gustaría que el gobierno invirtiera en investigación para entender y abordar la violencia, en lugar de doblegarse ante la presión política y cortar la financiación para la investigación pública que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades hacen sobre armas, como ocurrió en Estados Unidos en 1996.

“Hay un hilo común en todo esto y nadie lo menciona. Está formado por el aislamiento, la soledad y las experiencias infantiles adversas”, explica. “¿Por qué siempre son hombres? No es la testosterona lo que está haciendo esto”, dijo. “Hay algo malo en nuestra sociedad y tenemos que averiguar qué es”.

Traducido por Francisco de Zárate

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