Rockeros buscando a Dios

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Cómo la religión ha influido en la obra de artistas como Bob Dylan, Cat Stevens, Leonard Cohen o George Harrison

Dylan

Bob Dylan 

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Durante siglos, la religión fue determinante en la creación musical, tanto en sus formas populares como en la obra de los grandes compositores. Así fue, por ejemplo, con el canto gregoriano o con las misas de Mozart. Con el tiempo y la evolución de las sociedades, la música vivió un proceso de secularización -aún hoy vigente- que de algún modo culminó en el siglo XX con sus nuevas costumbres y corrientes de pensamiento -además de con la expansión de los sistemas de grabación y reproducción-. El rock’n’ roll, más que obra de Dios, a muchos les parecía cosa del diablo.

Pero la realidad es que la religión también ha estado presente en las vidas de grandes estrellas de la música de las últimas décadas y que esa relación de algunos músicos con lo divino ha sido determinante no sólo en sus vidas privadas sino también en su obra artística. Bob Dylan, George Harrison, Cat Stevens o Leonard Cohen son algunos casos paradigmáticos que ahora ha analizado pormenorizadamente en el libro Aleluya. Mística y religiones en el rock (Cúpula) Alberto Manzano, poeta, traductor, biógrafo y ensayista con una amplia obra publicada sobre algunos de estos músicos.

Muchos músicos han buscado lo trascendente en sus vidas y la aproximación a lo divino se refleja en sus canciones

George Harrison, en el estudio de grabación

George Harrison 

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El autor de Aleluya indaga en la biografía de los artistas y repasa su evolución y relación con lo espiritual y, sobre todo, nos cuenta cómo esa búsqueda de lo trascendente -algo muy personal- se refleja en sus canciones -algo público-. De este modo, el libro es tanto una biografía colectiva como un profundo análisis de la obra de estos músicos a través de los textos de sus canciones. Del The Times They Are A- Changing dylaniano al Hallelujah de Leonard Cohen. Un recorrido en el que nos encontramos con experiencias muy diversas que tienen que ver con el cristianismo, el judaísmo y el islam y también con religiones orientales como el hinduismo o el budismo.

Además, el libro es de algún modo una crónica de una época -la segunda mitad de siglo XX- en la que el mundo occidental se abrió a las filosofías y religiones orientales en un movimiento impulsado sobre todo desde los Estados Unidos con la generación beat y el hippismo.

Para algunos, como Cat Stevens, la religión supuso un alejamiento total de la música, aunque fuera de manera temporal

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Leonard Cohen en 1970 

Getty

Aunque la muestra escogida por Manzano para su libro se circunscribe a artistas anglófonos, estos sirven como ejemplo de cómo los músicos experimentan su relación con la religión y cómo incorporan esas experiencias en su vida y su trabajo. O cómo esa experiencia vital religiosa en algunos casos y momentos deviene en un alejamiento total de la creación musical. Así fue con Cat Stevens y su conversión al islam, pero hay caos mucho más próximos como el del rumbero Peret, que estuvo prácticamente una década alejado de toda actividad musical dedicado por completo a su labor como pastor de la iglesia evangélica.

Como se deprende del relato de Alberto Manzano en Aleluya, la experiencia religiosa de los artistas es a menudo muy personal, por caminos que van, vienen o se bifurcan, y está marcada por las vicisitudes propias de la vida de los músicos en las que la dicotomía entre lo sagrado y lo profano están muy presentes. Sin obviar otro elemento como son las drogas y que en ocasiones va ligado a esas experiencias espirituales, de liberación personal y de búsqueda de lo trascendente.

Bob Dylan

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Bob Dylan en un concierto en el 2012 

AFP / Archivo

Desde buen principio, desde que iniciara su carrera musical como gurú de la música folk en la Nueva York de los años sesenta, la presencia de lo religioso fue una evidencia en las canciones de Bob Dylan, sobre todo a partir de sus raíces judías. (Dylan, Robert Allen Zimmerman de nacimeinto, proviene de familia judía askenazí ucraniana). Y aunque integraba en sus temas la influencia de poetas como Rimbaud, Whitman o Ginsberg, sus canciones de rebeldía, rabia y tristeza estaban, cuenta Manzano, “imbuidas de sentimientos mucho más profundos y más fe en lo sobrenatural que la mayoría de las canciones que se interpretaban en aquellos días”.

El rastro de temas como el Diluvio Universal o el Sermón de la Montaña bíblicos se hallan en algunos de sis primeros éxitos como A Hard Rain’s A-Gonna Fall, Blowin’ In The Wind o The Times They Are A-Changing. Como se cuenta en el libro, “Dylan era muy hábil en su juego profético al conjugar las Sagradas escrituras con el desquiciado mundo presente, un mago que utiliza el discurso bíblico como un almacén de imaginería poética y mitológica.”

Las canciones de Dylan siempre estuvieron “imbuidas de sentimientos mucho más profundos y más fe en lo sobrenatural que la mayoría de las canciones que se interpretaban en aquellos días”

De todos modos, Dylan distaba de ser lo que llamaríamos un hombre religioso, hasta el punto de llegar a declarar que “Yo no tengo ninguna religión. Lo he intentado con un montón de ellas. Pero las iglesias están divididas y no se aclaran. Yo tampoco. Nunca he visto un dios; así que no puedo decir nada hasta que vea uno”. Y así estuvo, “llamando a las puertas del cielo”, como dice una de sus más conocidas canciones, hasta 1979, cuando para sorpresa de sus muchos seguidores, anunció su conversión al cristianismo. Una conversión que seguramente fue gradual, aunque en algún momento él hablara de revelación, y que duró en su intensidad apenas un lustro en el que alumbró la que se conoce como su trilogía cristiana, formada por los discos Slow Train Coming (1979), Saved (1980) y Shot of love (1981).

Una conversión que no fue entendida por muchos de sus fans, que no dudaban en abuchearlo en los conciertos cuando entre canción y canción soltaba discursos con cariz de sermón religioso a menudo apocalíptico: “Habrá una guerra llamada la batalla de Armagedón, algo que nunca os podríais haber imaginado. Y Cristo establecerá su reino y gobernará desde Jerusalén. Lo sé, por increíble que parezca, es lo que dice la Biblia.” La conversión estaba en los sermones pero también en las letras de las canciones e, incluso, en la música, con una mayor aproximación a las formas del gospel y el blues.

Pope John Paul II (R) greets American rock singer Bob Dylan after he performed in a concert during a Catholic Youth rally in the city of Bologna in this September 27, 1997 file photo. Pope Benedict was opposed to Bob Dylan appearing at a youth event with with the late Pope John Paul in 1997 because he considered the pop star the wrong kind of prophet, Benedict writes in a new book issued March 8, 2007.
Credit: Reuters/Osservatore Romano

Dylan con el Papa Juan Pablo II en su encuentro en 1997 

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Pero esa etapa de intenso cristianismo fue en Dylan justamente eso, una etapa. Desde 1983, con su disco Infidels, el músico regresó a aquellas fórmulas en las que solía pasar la religiosidad por un tamiz mucho más personal y místico. A veces, con mayor intensidad en el tratamiento de los sagrado, otras más próximo a lo profano, pero reflejando casi siempre en su obra lo que Manzano califica en algún momento como “un peregrinaje laberíntico a través de la espiritualidad”. Un peregrinaje con episodios singulares (como su actuación ante el Papa Juan Pablo II en 1997 en un Congreso Eucarístico en Bolonia) y que Dylan mantiene aún vigente.

Cat Stevens

Muy distinta a la Dylan ha sido la trayectoria del británico Cat Stevens, cuya relación con la religión se manifestó de modo mucho más radical, con una conversión al islam que significó más de dos décadas de ruptura con su actividad musical. Stevens se convirtió en Yusuf Islam y, según él mismo aseguró, se le hacía imposible practicar su nueva fe si seguía inmerso en el circo del show business.

British musician Yusuf Islam (formerly Cat Stevens) performs on stage during the awarding ceremonies of the Echo music prize 25 March 2007 in Berlin. Yusuf Islam was given the award for his life achievement. The prize by the Deutsche Phono-Akademie is awarded in 25 categories.       AFP PHOTO   DDP/MICHAEL KAPPELER    GERMANY OUT

Yusuf ISlam, antes Cat Stevens, en un concierto er el 2007 

AFP / Archivo

Como cuenta Alberto Manzano en su libro, la religiosidad ya había ido apareciendo en la obra de Cat Stevens: Morning Has Broken (1971), uno de sus primeros éxitos, es versión de un himno cristiano; y en discos como Catch Bull At Four (1972) o Buddha And The Chocolate Box (1974) se encuentran rastros de budismo y espiritualidad. Pero su conversión al islam aparecía como algo inesperado, aunque en su biografía aparecen elementos que pueden ayudar a explicarlo, como un accidente en la playa en el que creyó morir o el regalo de un ejemplar del Corán que le hizo su hermano.

Así, Stevens, ya Yusuf Islam, se despidió de los escenarios en un concierto benéfico para Unicef el 22 de noviembre de 1979 y en 1981 subastó todo sus instrumentos. Sufrió por ello incomprensión pública y llegó a ser acusado de defender la fatua contra el escritor Salman Rushdie, aunque el negó haber estado nunca de acuerdo.

RETRATO DEL CANTANTE#@#STEVENS, CAT

Cat Steven antes de su conversión al islam 

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De todos modos, su adiós a la música no fue definitivo y con el tiempo, y en sus propias palabras, “empecé a convencerme de que la música podía ayudar a la gente a conocer el mensaje y la cultura islámica, es decir, podía ser beneficiosa y no dañina”. Y así lo hizo. Volvió a cantar y a grabar discos, como An Other Cup (2006). Sin abandonar por ello su religión. En palabras de Manzano, “un poderoso regreso encomiable del cantautor cuya obra había tenido siempre como objetivo fundamental inculcar la idea de trabajar por un mundo mejor a partir de un profundo cambio interior en los seres humanos, un peregrinaje devoto a la unión íntima con Dios a través del amor a la naturaleza”.

George Harrison

Cuentan las biografías de The Beatles que fue durante el rodaje de la película Help! (1965), protagonizada por el grupo, cuando George Harrison descubrió la música hindú. Y aquel mismo año, decidió incluir el sitar en una de las canciones del disco Rubber Soul, concretamente en la titulada Norwegian Wood (la misma que muchos años después daría título a una de las más famosas novelas del japonés Haruki Murakami, aunque en castellano se publicó como Tokio blues). Una historia que maraca el inicio del interés de Harrison por la música y el mundo oriental, especialmente de la India, y que corrobora Alberto Manzano en Aleluya.

Ravi Shankar y George Harrison, en Los Angeles en 1967

Ravi Shankar y George Harrison, en Los Angeles en 1967 

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Harrison fue así el Beatle que llevó al cuarteto más famoso de la historia de la música a interesarse por el hinduismo, aunque fue el único de los cuatro que llegó a profundizar en ese interés por la espiritualidad oriental. Parece que fue él el único que se tomo en serio el famoso viaje a la India del grupo (en 1968) para participar en unas sesiones de meditación con el Maharishi Mahesh Yogui (viaje que además terminó de manera abrupta por las acusaciones de abusos sexuales del Maharishi a algunas de las participantes, como la actriz Mia Farrow y su hermana, aunque sea esta una historia no del todo clara).

En el fondo, Harrison parece que no estaba muy feliz con la vorágine que suponía vivir como un Beatle y en su búsqueda de nuevos horizontes coincidieron dos descubrimientos que de algún modo se interrelacionaron: la nueva espiritualidad y las drogas, especialmente el LSD, que le llevó también a comprender “cosas profundas”.

FILE--The Beatles join the Maharishi Mahesh Yogi, center, as they arrive by train at Bangor, Wales, to participate in a weekend of meditation, in this Aug. 26, 1967, file photo. From left to right are,  John Lennon, Paul McCartney, Ringo Starr and George Harrison. Harrison died Thursday Nov. 29, 2001, a longtime family friend said. He was 58. The Maharishi is the founder of the International Meditation Society.   (AP Photo)

The Beatles con el Maharishi Mahesh Yogi en 1967 

AP / Archivo

Pero la relación de Gerorge Harrison con el hinduismo no se limitó a meter un poco de sitar en alguna canción. Harrison entabló amistad con el gran maestro del instrumento Ravi Shankar, con quien estudió y colaboró musicalmente en diversas ocasiones. El Beatle conectó con los Hare Krishna, con la meditación y el yoga y, sin embargo, no abandonó las tentaciones terrenales (alcohol, drogas, sexo…). Como dice Manzano en su libro, “sus contradicciones lo definían”, era un “pragmático devoto freelance”, sin que eso signifique que su camino espiritual no fuera sincero. Y en el fondo, es en la música donde Harrison encontraba la conexión entre esos dos mundos escindidos, el material y el espiritual. Y así lo plasmó en sus discos en solitario, desde el primero de su época post-beatles, All Things Must Pass (1970), hasta su disco póstumo, Brainwashed (2002).

Fue pues la de George Harrison una aproximación heterodoxa a la religión, y como cierre, tras su muerte, sus cenizas fueron lanzadas a las aguas del Ganges, ritual que en el hinduismo significa el fin de la reencarnación y la salvación definitiva.

Leonard Cohen

El músico canadiense, de familia judía askenazí, es quizás de los estudiados por Manzano el que mejor conoce el autor y el que mejor representa el interés de un artista por la espiritualidad, un interés plasmado en un acercamiento profundo no sólo al judaísmo, en el que creció de manera natural, sino también en su aproximación al cristianismo y, sobre todo, al budismo, que practicó intensamente buena parte de su vida. Un interés panreligioso que le llevó a interesarse incluso en algún momento por la cienciología o a acercarse al islam a través de su inspiración en poetas sufíes.

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Leonard Cohen 

Archivo

De algún modo, Cohen vivió siempre una cierta escisión, entre sus diversos caminos religiosos así como entre su espiritualidad y su vida terrenal. Por eso su obra, poética y musical, es casi siempre el reflejo del deseo por mezclar el amor divino y el amor humano. Todo ello, el amor terrenal, la religión, el misticismo, incluso un afán de misión trascendental ante un mundo apocalíptico, lo fue plasmando Cohen en una amplia obra con algunos trabajos excelentes, con hitos como I’m Your Man (1988) o The Future (1992).

Fue precisamente tras el álbum The Future cuando Cohen, sintiéndose “roto, completamente dislocado”, decidió encerrarse en un monasterio budista, donde estuvo desde 1993 hasta 1999. Allí rezaba, estudiaba, meditaba, participaba de los rituales y… hacía de cocinero. Pero más que una búsqueda de lo divino, estaba inmerso en una búsqueda personal. Dicho con sus palabras: “Con el zen hay una posibilidad de que puedas volver a ser tú mismo, de conocer tu verdad íntima.”. Y al parecer lo consiguió, aunque para ello necesitara al final viajar a la India para estudiar con un maestro hindú. Una muestra más de esa religiosidad abierta que practicó toda su vida y que certifica algo que también dijo: “Soy una persona espiritual, no religiosa”.

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Leonard Cohen en un concierto en Barcelona en el 2012 

Àlex Garcia / Archivo

Y también

Evidentemente, no solo estos cuatro músicos han tenido sus experiencias religiosas. La religión es en cierto modo consustancial a la humanidad y en ese sentido no puede ser algo ajeno a los artistas. Lo que si es seguramente especial en el caso de Dylan, Cohen, Harrison y Stevens es cómo su especial acercamiento a la religión y la espiritualidad marcó sus vidas y, sobre todo, se ha visto reflejada de forma preeminente en su obra.

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Alberto Manzano, autor del libro  'Aleluya' 

Llibert Teixidó / Archivo

Aun así, está claro que podrían citarse y analizarse otros muchos músicos y sus canciones. En el libro de Alberto Manzano se recogen de forma breve algunos, como Patti Smith, Nick Cave, Suzanne Vega, Johnny Cash, Sinéad O’Connor, Van Morrison y Nico, cada uno con su particular experiencia. Todos ellos en el mundo anglosajón. Hay pues camino para seguir analizando y aprendiendo.

Aleluya. Mística y religiones en el rock

Aleluya
Alberto ManzanoLibros Cúpula. 440 páginas. 25,95 euros
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