Santiago Rivas

Irreversible

Los jóvenes

Miércoles, 12 de Diciembre de 2018

Hace unas fechas acudí a una mesa redonda, en Logroño, dentro del XIII Rioja International Forum, en la que me invitaron a participar bajo la temática del consumo de vino en los jóvenes. También he visto un par de artículos sobre lo mismo y cierta polémica en redes sociales a la hora de abordar este apasionante asunto. Santiago Rivas

Viendo la vigencia que tiene este tema, me dispongo a escribir sobre él porque, obviamente, esta fiesta no me la pienso perder.

 

En primer lugar, vamos a dar antes unos cuantos datos para situar la problemática, porque nos da que, en este tema, se habla por sensaciones personales, o de manera localista, y se acaba cayendo en el cliché.

 

Haciendo una sencilla búsqueda en Google encontramos que en España, actualizado a mayo de 2018 y según datos de la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino, aunque no entiendo entonces por qué no se llama OIVV) ocupamos, con un consumo de 21,48 lts por persona, el puesto vigésimo sexto (26) del mundo. No hay que olvidar que somos una potencia turística mundial, cuyos visitantes se tiran de las terrazas de los hoteles pero también beben vino.

 

Es un consumo muy pobre. Pensad que en esta estadística se incluye el vino vendido en España, lo consuma un gaditano o un alemán. Si se discriminara por DNI podemos irnos a consumos de vino yemenitas.

 

En la misma relación (consumo en litros por persona) nos superan potencias como Malta (21,87 lts), o países de mentira con alta relajación impositiva que, de hecho, ocupan el pódium: Estado de la Ciudad del Vaticano (71,25 lts), donde parece que todos los romanos compran vino, Isla Norfolk (58,35 lts) y Andorra (49,37 lts), que entre blanqueo y blanqueo de capitales, se ve que algún Viña Tondonia cae. 

 

En cuanto a países con tradición vitivinícola tenemos a: Francia, que consume 40,47 lts (puesto noveno), Italia, con 33,89 lts (duodécimo) o Alemania con 24,80 lts por persona (décimo octavo).

 

Si damos por buenos estos datos (no nos queda otra) vemos que la primera cuestión que hay que abordar es que lo del bajo consumo de vino (ojo, que se supone que llevamos unos años subiendo levemente), es una cuestión general, no algo aislado a una franja de consumo por edad determinada.

 

En España se bebe poco vino. Punto.

 

Dicho esto, aquí empieza lo curioso: ¿qué pasa con los jóvenes? Pues que, aunque a muchos viejales les parezca lo contrario, los millenial cada vez consumen menos alcohol. Por ejemplo en Inglaterra, nación ebria donde las haya, la chavalada que no bebe, o muy ocasionalmente, ha aumentado en un 11%.

 

El alcohol no es bueno para la salud y, mucho peor, engorda, lo que te puede convertir en un ser humano poco instagrameable.

 

Por lo tanto, primera conclusión: los jóvenes españoles beben poco vino porque no parece que seamos un país que beba mucho vino, así, en general, y las nuevas generaciones consumidoras, además, están restringiendo su consumo de alcohol. 

Este es el contexto.

 

Dicho esto, sí que parece que hay gente dentro de la elaboración de alcohol a la que le va bien, o se mantiene; lo que en un ambiente recesivo juvenil es un éxito. A los destilados y a la cerveza no les va mal, pero insisto, dentro de este contexto.

 

Segunda conclusión: dentro de que se consume menos alcohol entre los jóvenes, la verdad es que no a todos los alcoholes les afecta por igual. Aquí el vino sufre de más, al igual que en el consumo en general.

 

Y atención, que empieza a asomar un nuevo actor en escena: la sidra.

 

Las hay de muchos tipos. Pueden ser muy complejas, suelen tener poco alcohol y son baratas. En USA son tendencia y aquí ya empieza a asomar este fenómeno.

 

En este punto ya puedo ponerme como en todos los demás artículos del estilo: que si el vino se comunica mal, que si no hay cultura, que es todo muy complicado, que mira qué precios, que mira los gin tonic.

 

Aquí es donde se suele desbarrar bastante. 

 

Por hacerlo sencillo: el vino es la bebida alcohólica más compleja que existe. De la parte vendedora y divulgadora depende hacerla interesante, accesible y divertida. Provocar que a la gente, jóvenes incluidos, le merezca la pena gastarse el dinero en una botella. Es muy increíble cómo en estos debates se obvia que la cerveza o el gin han mejorado sus ventas e imagen cuando se han sofisticado y vuelto caros.

 

Que el vino gane adeptos dependerá de que estos actores sepan transmitir el show que puede tener el vino y que de hecho tiene en otros países, pero nunca por mandar un mensaje para tontos o transmitiendo la idea de barato. Amigos, hablamos de agricultura; y las bodegas y agricultores tienen que ganar dinero.

 

El que quiera vinos de menos de cinco euros que beba cerveza, sidra o agua, pero que no dé la matraca con que el vino es caro.

 

Y es que el consumidor también tendrá que hacer poner de su parte, que tampoco es cuestión de que les echemos el vino a paladas.

 

Tercera conclusión: hay que trabajarlo más, sí, pero hay líneas rojas que no se deben cruzar, como tratar a los consumidores como idiotas o tirar los precios.

 

El vino no es el hilo musical de un ascensor.

 

Ah! y también ayudaría hacer buen vino.

 

 

 

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