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Drones y seguridad

Velando por la seguridad: drones versus andrones

Hablar de drones a día de hoy es hacerlo de un dispositivo con el que la amplia mayoría de la población ya está familiarizada. Estos vehículos aéreos no tripulados o pilotados por control remoto que aparecieron allá por los 90, han evolucionado rápidamente hasta convertirse en una tecnología de uso marítimo y terrestre. De hecho, estamos ante una herramienta con gran potencial de utilización en diversas áreas, ya que está diseñada para superar diferentes tipos de obstáculos y desplazarse rápidamente sobre terrenos irregulares o accidentados proporcionando imágenes o capturando otro tipo de datos a vista de pájaro, gracias a los dispositivos con que puede equiparse -cámaras, sensores…- y todo sin riesgos para las personas.

De aquí que se haya alzado como otro ejemplo de tecnología altamente demandada que, como en tantas otras ocasiones, ha saltado del ámbito militar al mundo civil, donde actualmente se utiliza en entornos agrarios, forestales, transportes, construcción, cine, ocio, industria, por solo citar algunos. Tanto es así, que el valor actual del mercado de drones se sitúa en más de 22.000 millones de euros, una cifra que se estima siga creciendo hasta los 35.000 millones de euros en 2026 según los datos del Informe de Mercado de Drones facilitado por Drone Industry Insights.

La cara B de los drones

Los drones, en términos generales, son una tecnología que se diseñó para optimizar y facilitar determinadas tareas. Por ejemplo, un dron en un vuelo puede llegar a detectar un incendio que una persona no, simplemente porque no tiene esa perspectiva, o se emplean como instrumentos de soporte para equipos de rescate en tareas de salvamento. Estos instrumentos mecánicos han evolucionado mucho hasta convertirse en aparatos cada vez más fiables, sofisticados y con mayores aplicaciones prácticas, para mejorar la vida de los seres humanos.

Son muchos los beneficios asociados a su aplicación y todavía poco utilizados en algunos casos, aunque recurrir al uso de drones como instrumento de monitorización, vigilancia, seguridad, y por supuesto de defensa, sigue siendo su principal finalidad y para lo que fueron pensados inicialmente.

No obstante, no todos los usos de los drones tienen fines legítimos y un ejemplo claro de ello es el ciberespionaje o los ataques a infraestructuras críticas, el tráfico de drogas, posibles ataques terroristas, o el mismo uso que se está haciendo de ellos en la guerra de Ucrania; aunque en este último caso el debate queda abierto en función del bando, pues unos justificarán su uso por motivos de defensa mientras que los otros lo verán desde el punto de vista del ataque. Pero como digo, ese es otro debate, lo que sí es evidente es que el uso con fines maliciosos de los drones no se limita al plano ciber, sino que también se extiende al mundo real.

Velando por la seguridad: drones versus andrones

Los drones incorporan tecnología de geolocalización, cámaras de fotos y vídeo, lo que permite obtener datos sensibles como contraseñas al emparejarse con otros dispositivos que tienen aún más información del objetivo. Estos dispositivos son capaces de suplantar un GPS y no ser descubiertos por sus víctimas, lo que los convierte en atacantes casi imperceptibles. Por otro lado, pueden configurar una red Wi-Fi maliciosa que imite la red Wi-Fi de una organización, lo que daría acceso al ciberatacante a ver toda la información sensible y el flujo de esta, causando un gran problema para la confidencialidad de la corporación, de sus datos y de sus clientes. O en un plano más mundano, se ha recurrido a drones para introducir armas ligeras y otro tipo de dispositivos en prisiones.

Combatir los usos maliciosos

Sin embargo, existen desarrollos con los que se pueden combatir o mitigar estos usos malintencionados. Las medidas de protección solo pueden adoptarse una vez que se ha detectado una amenaza, pero para combatir la amenaza de forma eficaz es decisiva una alerta temprana.

Para enfrentar esta potencial amenaza que pueden suponer los drones existen sofisticados y eficaces métodos que ayudan a detectar, inhibir y repeler los “ataques”.

Entre estas alternativas antidron están las tecnologías tanto activas como pasivas que permiten, entre otras cosas, inhabilitar la frecuencia a la que funcionan los drones para neutralizarlos; unas inhiben la señal GPS de estos aparatos para desviar su rumbo; otras engloban tecnologías como los Sistemas Contra Vehículos Aéreos no Tripulados (C-CUAS) que emplean todo tipo de técnicas para neutralizar las amenazas de los drones permitiendo detectar, rastrear y, en última instancia, interrumpir y destruir a aquellos drones que no están autorizados para utilizarse o volar en un determinado espacio aéreo; mientras que algunas crean una especie de espacio protegido en el cual no puede entrar nada que no esté autorizado.

Pero en cuestiones de Defensa, y más teniendo en cuenta las circunstancias geopolíticas actuales, los avances se producen de forma muy rápida. Igualmente, existen sistemas mucho más sofisticados en los que los drones son protagonistas, tales como el loitering, o lo que comúnmente se conoce como munición merodeadora, cuyos resultados a la hora de combatir un objetivo son mucho más “quirúrgicos” o precisos.

Como todas las tecnologías, pueden ser positivas o negativas dependiendo de para qué las utilicemos. El uso de los drones con fines maliciosos está poniendo en jaque a numerosas instituciones y empresas, pero no debemos olvidar que prima el fin inicial para el que fueron diseñados: la seguridad. Y esta seguridad no siempre está vinculada con finalidades militares, de ahí que debamos seguir trabajando para maximizar los beneficios que aportan a la sociedad.

Drones: campo para innovar

Sin lugar a dudas, los drones se han convertido en una palanca para la innovación y desarrollo para muchos negocios. Un ejemplo de ello somos nosotros, en ITE apostamos por el sector de los drones como motor de innovación. De hecho, actualmente estamos participando en un proyecto con dos institutos de FP en Castilla-La Mancha y Cataluña. Los objetivos del proyecto, con fines académicos, son los siguientes: probar tecnologías de propulsión por hidrógeno para una autonomía de vuelo de más dos horas; hacer posible que los alumnos se familiaricen con tecnologías de impresión 3D que abaraten y permitan la fabricación de piezas y repuestos de forma autónoma; y, por último, desarrollar comunicaciones con el dron con tecnología 5G. Una vez cumplidos los objetivos académicos, estamos convencidos de que todas estas tecnologías tendrán cabida en el uso de los drones para múltiples finalidades. La instalación de una pila de combustible de hidrógeno como motor de propulsión, además de producir cero emisiones, mejora las prestaciones de ruido y detectabilidad por sensores de calor.

¿Todavía alguien cuestiona el potencial y del próspero futuro que tienen estos dispositivos en el mundo de los negocios?

Autor: Oven Martín Acedo, CEO de Integración Tecnológica Empresarial (ITE)

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